La palabra "antisemitismo" surgió en 1879. Fue usada por primera vez por el escritor alemán Wilhelm Marr en su ensayo "La senda a la victoria de la esencia alemana sobre el judaísmo".
Wilhelm acuñó la palabra "antisemita" como eufemismo para el término alemán Judenhass "odio a los judíos". Él aseguraba que los judíos y alemanes habían sostenido una lucha por siglos debido a su origen racial, la cual no terminaría hasta victoria de una de las razas y la muerte de la otra. Por lo tanto, la asimilación de los judíos no eliminaba el "problema" y por el contrario, les otorgaba a ellos el control de la economía y de la industria.
Desde la percepción de Wilhelm, si los judíos ganaban, la consecuencia sería la aniquilación del pueblo alemán. Para evitar este dramático fin, funda la Liga de Antisemitas, que abogaba por la expulsión de todo judío de Alemania.
Wilhelm fue de los primeros en otorgar, en base a conceptos pseudocentíficos, un sentido racial a la palabra "semita", la cual originalmente se refiere a las personas cuyo idioma materno es derivado de alguna de las lenguas semitas, una rama que abarca muchos idiomas en ciertas regiones de oriente medio, áfrica y asia, incluyendo el árabe y el hebreo aunque actualmente también hay otros dialectos que están en esta categoría como el tigriña.
El término "semita" que se usa para nombrar esta familia de lenguas, se deriva de la historia Bíblica de Sem, hijo de Noé, cuyos descendientes, según el relato, poblaron el medio oriente y fundaron los antiguos pueblos que conformaban Mesopotamia.
Como el término se aplicaba a la lengua, fue fácil que algunos lo relacionaran con ciertos grupos étnicos, aún cuando siglos después estos desaparecieran como fue el caso de Babilonia y Fenicia. Aunque Wilhelm de los primeros en aprovecharse de esta mala interpretación de "pueblos semitas", se tiene registro de escritos que hacían alusión a ello desde 1807. Es por ello, que el término correcto para nombrar el odio hacia los judíos es "judeofobia" y no "antisemitismo", si bien Wilhelm se encargó de popularizar este último y aprovecharlo para extender el odio marcado hacía los judíos e inferiorizarlos en términos raciales completamente equívocos.
En realidad, Wilhelm era el ejemplo clásico de las consecuencias de la Haskalá y la incorporación de los judíos del gueto al mundo secular. Cuando Mendelssohn promovía entre los guetos la idea de salir y conocer de ciencia, lo hacía entre muchas razones para tratar de acabar con la discriminación hacia el pueblo judío, que entonces era visto como ignorante.
Sin embargo, los ideales de Mendelssohn no se cumplieron. A pesar de que ahora los judíos estudiaban y se destacaban en la adquisición de conocimiento, muchas personas, tanto laicas como cristianas, vivieron esto como una invasión y una amenaza a sus sociedades, puesto que el prejuicio y la discriminación hacia el judío ya estaba muy arraigado en Europa desde hacía siglos. Personas como Wihelm, sólo añadieron un pretexto pseudocientífico para justificar su odio irracional.
¿CÓMO SURGIÓ EL ODIO HACIA LOS JUDÍOS?
Aunque no hay en realidad un motivo real para odiar un grupo en particular, pues la discriminación se deriva de conceptos irracionales, se cree que la base de la judeofobia tuvo sus orígenes después de la destrucción, por parte de Roma, del Beit Hamikdash (El Gran Templo de Jerusalem), en el año 70 de nuestra Era.
Antes de la destrucción del Templo había principalmente tres grupos de judíos: saduceos (vinculados al Templo y que desaparecieron después de su destrucción), fariseos (liberales que se oponían a los saduceos y aceptaban hubiese una interpretación de los textos de la Torá), y esenios (que se refugiaron en cuevas para proteger sus escritos y fueron totalmente aniquilados por los romanos). Adicionalmente habían comenzado a surgir varias sectas mesiánicas que trataban de poner fin a los efectos de la dominación romana, entre ellos los cristianos.
Los sobrevivientes a la destrucción del Beit Hamikdash fueron los fariseos y los cristianos, que muy pronto entraron en competencia por captar a los judíos que habían sido dispersados.
Los fariseos aseguraban que sólo ellos tenían la autoridad para interpretar la Torá a través de la Torá Oral que habían recibido de generación en generación, esto con el objetivo de contrarrestar las interpretaciones que estaban haciendo los cristianos. De esta manera se fundan las primeras academias y comienza a surgir la figura de "rabino" y la construcción de la halajá.
Por su parte, los cristianos tratan de separarse claramente de los fariseos, y comienzan a criticar las nuevas reglas que ellos tratan de imponer alegando que se centran demasiado en el mundo físico y no en el espiritual, y que por lo tanto se están alejando de Dios con esas prácticas.
Ambos grupos entran entonces en un período de antagonismo tratando de desligarse el uno del otro. La tensión alcanza su punto clave cuando comienzan a ponerse por escrito las reglas de cada cual: el Talmud por parte de los rabinos, los Evangelios por parte de los Cristianos.
A tal punto creció el odio entre ambos grupos, que a finales del siglo I, el rabino Gamliel ordena a su discípulo Samuel "el pequeño" escribir una maldición en contra de los sectarios cristianos, la cual es conocida como Birkat HaMinim, en donde se ruega a Dios que triture, destruya y humille a todos los malvados.
Por su parte, los cristianos elaboran el Evangelio según San Juan, en donde se dice que los judíos son hijos del Diablo (en este texto se basa la posterior iconografía que se hiciera de los judíos durante la Edad Media).
Anteriormente, en los evangelios conocidos como "sinópticos", las críticas eran dirigidas principalmente a los saduceos (que eran los representantes "oficiales" de los judíos en la época de los romanos) y a los fariseos, por tratarse de su grupo opositor; pero a partir del evangelio de Juan, los cristianos se separan definitivamente de los judíos y se comienzan a ostentarse como el nuevo grupo elegido por Dios.
Esta idea de "sustitución" es en realidad una evolución que tuvieron que hacer los cristianos para tratar de explicarse la muerte de su Mesías. A la muerte de Jesús, sus discípulos tenían que explicar por qué el que ellos consideraban como Mashiaj había muerto, por lo que dieron a ese hecho una explicación mística: que la muerte de Jesús era necesaria para redimir al mundo. Y para ello, culparon de su muerte no a los romanos ni a su gobernador, que eran los únicos que podían dar el castigo de la crucifixión, sino a los líderes judíos (líderes según la visión de Roma), y para ello se apoyaron en los escritos de los profetas que criticaban severamente al pueblo hebreo.
Sin embargo, al incrementarse la influencia de los rabinos, los cristianos deciden separarse del judaísmo argumentando que los judíos (rabinos y sus seguidores) son unos ciegos que no quieren aceptar que la llegada de Jesús estaba anunciada, adoptando una interpretación cada vez más fundamentalista de los libros de los profetas. De esta forma, el cristianismo se centró más en la prédica hacia los gentiles, los no judíos, y poco a poco fue llegando a las familias de la elite romana hasta el punto de convertirse en la religión oficial del Imperio en el siglo IV (lo cual fue posible gracias a los privilegios que recibieron durante el gobierno de Constantino El Grande).
Con el tiempo y ante estas ideas, los posteriores Padres de la Iglesia se convencen de que el pueblo judío se había apartado de Dios, que la halajá de los rabinos es algo materialista e inferior y que la Iglesia es espiritualmente superior. De esta manera, establecen una dicotomía judaísmo-cristianismo, en donde unos son un pueblo malo y falso, y el otro el bueno y verdadero, y que las profecías de castigo son para los judíos mientras que las de reconciliación son para los cristianos.
Todas estas posturas se establecen oficialmente durante el Concilio de Nicea I convocado por Constantino.
El Concilio de Nicea I se convocó en el año 325 por consejo del Obispo Osio de Córdoba. El objetivo era establecer la paz religiosa y unificar al cristianismo, que por aquel entonces tenía diversas creencias, particularmente las que se debatían sobre el origen divino de Jesús (el Arrianismo por ejemplo, sostenía que Jesucristo no era Dios mismo, aunque sí el primer ser creado en el mundo).
Constantino no era cristiano todavía en ese momento, puesto que no se había bautizado; sin embargo, como emperador, le preocupaba que la división religiosa pudiera fracturar el Imperio romano. Él veía en el cristianismo una oportunidad para unificar a Roma, ya que los cristianos estaban organizados jerárquicamente y tenían comunidades extendidas por todo el territorio, lo cual le permitía obtener información de primera mano a través de los obispos y arzobispos.
Por otra parte, Constantino entendía que la religión podía ayudar a controlar a los ciudadanos de una forma no sólo legal sino también moral. De esta manera, accede al Concilio (con el previo antecedente del Concilio de Arlés en donde se había pedido la intervención imperial) y convocó a todos los obispos romanos aunque no asistieron en su totalidad.
Durante el Concilio de Nicea I se establecieron duras restricciones hacia los judíos y hubo quien se refirió a ellos como "secta malvada y perversa", "parásitos", "asesinos del Señor". Los aproximadamente 300 obispos asistentes resolvieron romper toda relación con el judaísmo.
Entre las muchas prohibiciones se estableció que judíos y cristianos no podrían más adorar ni rezar juntos, puesto que el Concilio adoptó importantes dogmas para la fe cristiana:
1. Que Jesucristo era Dios.
2. Que el pueblo judío era culpable de deicidio al haber matado a Cristo.
3. Que el nombramiento de los judíos como pueblo elegido había pasado a manos de los cristianos y ahora ellos eran el "Nuevo Israel".
Los padres de la Iglesia comenzaron a difundir sus ideas en diversos sermones y discursos que se han catalogado como "Adversus Judaeos", que significa "contra los judíos".
El ejemplo más vivo de esta ideología fue el arzobispo Juan Crisóstomo (Crisóstomo significa "boca de oro"), quien fuera famoso por sus sermones antijudíos en donde tildaba a los judíos de bandidos, asesinos, mentirosos, gente rapaz y muchos otros apelativos. También decía que las sinagogas eran casas de prostitución cavernas de ladrones y cuevas de animales salvajes y sanguinarios.
Estos sermones llegaron a propiciar la aparición de ataques esporádicos hacia las comunidades judías durante el siglo IV, e incluso quema de sinagogas, pero no era un escenario recurrente.
Entre los edictos que lanzó el Concilio de Nicea, estaban:
- La Pascua debía ser celebrada en una fecha fija separada del calendario judío.
- Quien persiguiera a los judíos se haría acreedor a la Gracia Divina.
- El "Día de reposo" se celebraría el domingo y no el sábado.
- Abolición de la circuncisión.
- Se destierran las tesis arrianas que niegan la divinidad de Jesús.
- Se acuerda que la fecha de nacimiento de Cristo es el 25 de diciembre.
- Se establece el Credo Niceno para definir las principales creencias del cristianismo: que hay un Dios, un Señor (amo) llamado Jesucristo que es unigénito y consubstancial de este Dios, que a través de Jesucristo se creó el mundo y todas las cosas que en él hay, que se hizo carne para la salvación de la humanidad, sufrió, murió y resucitó al tercer día, y que algún día vendrá para juzgar a vivos y muertos.
- Se canonizan los evangelios de Mateo, Marcos, Lucas y Juan, considerando el resto (más de 250) como apócrifos y castigando su posesión con pena capital.
- Surge la Iglesia Católica.
Cuando el Cristianismo se convirtió en la religión oficial del Imperio Romano (en el año 380 a través del edicto de Tesalónica), los judíos perdieron muchos de los derechos de ciudadanía que había otorgado el emperador Caracalla a principios del siglo III.
Con el reinado de Constantino II, las restricciones hacia los judíos fueron creciendo cada vez más: se les prohibió casarse con cristianos, tener esclavos cristianos, y la conversión al judaísmo se castigó con leyes más severas, esto debido al temor de que los nuevos conversos al cristianismo entraran en contacto con el judaísmo y lo prefirieran.
Para el siglo V, la nueva Iglesia ya había obtenido el permiso legal para destruir cualquier obra que se opusiera a lo aprobado en el Concilio de Nicea, con el pretexto de proteger al catolicismo del paganismo. Comienza una nueva era de intolerancia religiosa.
De esta destrucción se salvó el pueblo judío, puesto que de él emanaban las bases del cristianismo. De hecho, hasta el año 1096, la postura oficial de la Iglesia Católica hacia los judíos fue la promovida por San Agustín: que estaban condenados a una vida miserable por haber rechazado a Jesús, y que su condición y existencia servían para demostrar la victoria de la Iglesia, por lo tanto no debían ser atacados ni tratados de convertir por la fuerza.
Como ya vimos, esta "tolerancia" se comenzó a desdibujar con las Cruzadas, y la animadversión hacia el judío fue aprovechada por los políticos y soberanos de la Edad Media para hacerse de dinero, poder y propiedades, hasta que finalmente los judíos fueron expulsados de diversas partes de Europa y confinados a Guetos.
Este odio construido y alimentado por generaciones en Europa, penetró finalmente las esferas laicas, de las cuales comenzó a surgir la judeofobia moderna bajo el nombre mal usado de "antisemitistmo", siendo el ejemplo más claro el Holocausto creado por el Nacional Socialismo en Alemania, durante la Segunda Guerra Mundial.
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